Antonio Dubravcic Luksic
A comienzos del siglo XIX, la
ciudad de Chuquisaca seguía siendo uno de los centros privilegiados después de
Lima y Buenos Aires, equidistante entre ambas capitales y vecina de uno de los
mayores reservorios de Plata que el mundo ha conocido: Potosí. Sede de la Real
Audiencia de Charcas y de la Universidad de San Francisco Xavier.
La primera tenía bajo su jurisdicción inconmensurables territorios que se extendían desde la costa del Pacífico y comprendían gran parte de la cuenca del río de La Plata y de Moxos, abarcando el norte argentino y prácticamente todo el desértico chaco boreal. La Universidad, por otra parte (fundada en 1624 por el jesuita Juan Frías de Herrán), se hizo célebre en los dominios de la Real Audiencia de Charcas por su famosa Academia Carolina, en la que los abogados iniciaban el ejercicio pleno del derecho y administraban las Leyes de Indias dictadas por el soberano en la capital del Imperio español.
De ahí que no fue casual que en Chuquisaca y en los claustros de San Francisco Xavier fermentara durante décadas (desde fines del siglo XVIII, cuando se produjeron los levantamientos indígenas liderados por Tomás Katari, Tupac Amaru y Julián Apaza) la idea revolucionaria de la independencia de la corona española. El proceso fue madurando, cocinándose a fuego lento bajo el influjo de los movimientos enciclopedistas que alborotaban y encendían pasiones clandestinas por la libertad y la emancipación del yugo monárquico.
La intelectualidad universitaria, auténtica élite de la ciudad y del Alto Perú, estaba buscando una oportunidad, una coartada para lanzar lo que después se convertiría legítimamente en el primer grito libertario.
Tal fue el fermento, el verdadero caldo de cultivo del levantamiento del 25 de mayo de 1809. Sus efectos iniciales, constreñidos en principio a la sublevada Chuquisaca y a sus oidores, pronto se dejarían sentir, como efecto dominó en otras ciudades del Virreinato, y, por supuesto, de la inconmensurable Audiencia de Charcas.
Razones de índole económica vinculadas al comercio entre las colonias y la Península se entremezclan en toda esta vorágine que precedió a esa improbable tarde de otoño en la que la pasividad de la ciudad y de sus gentes de rancio abolengo cedió la iniciativa a la euforia popular, desencadenada por un arresto ordenado por el presidente de la Audiencia, don Ramón García de León y Pizarro. El monopolio en el intercambio de mercancías entre España y las colonias desalentaba la expansión y venta de los productos, mayormente minerales, con los que alimentaba América a la economía del Imperio. La producción de minerales, basada en un sistema de esclavitud de los indígenas, enriqueció a la corona, pero, del mismo modo, convirtió a Inglaterra en la primera potencia industrial y a su armada en la más temida.
La incierta situación de la Metrópoli, signada por la creación de la llamada Junta de Sevilla por José Bonaparte, dio lugar a lo que Gabriel René Moreno (Santa Cruz 1802-1866) calificó como silogismo altoperuano. El razonamiento parte del hecho de que ante la ausencia del rey —depuesto por Bonaparte— la Junta de Castilla dejaba en manos de los americanos la posibilidad de elegir su futuro, en tanto y cuanto las colonias eran literalmente propiedad sucesoria del monarca. La tesis fue asimilada en otras latitudes del Virreinato y avivó, en Buenos Aires como en Charcas, la idea de la emancipación. Las condiciones estaban dadas.
La argumentación de los “doctores de Charcas”, contenida en el acta del Claustro de la Universidad de San Francisco Xavier y cuya autoría correspondería, por propia confesión, a Jaime Zudáñez (en respuesta a los papeles recibidos de José Manuel de Goyeneche y de la Infanta Carlota Joaquina), sostiene: “El pacto de los pueblos americanos es exclusivamente personal con el Monarca y no a sus reinos metropolitanos. Si el legítimo Rey ha abdicado, aquel pacto ha dejado de existir y, por tanto, el intruso (José Bonaparte) no merece obediencia; sus autoridades deben cesar en sus funciones, y las provincias deben proveer su gobierno”.
La crisis del imperio español, desgastado por permanentes guerras contra los ingleses, debilitó profundamente la tuición que ejercía (casi a control remoto) desde Madrid sobre los vastos territorios conquistados. El mundo estaba cambiando: la revolución industrial en Inglaterra y la resignación de la península a favor de Napoleón, tras la abdicación de Carlos IV y de su hijo Fernando VII, crearon un panorama de confusión en las colonias. España estaba, en aquellos inciertos y claudicantes años, más ocupada en restablecer el orden monárquico arrebatado por los franceses, que en atender y entender los inequívocos síntomas de rebeldía en América, expresados en los levantamientos indígenas, sofocados cruelmente en Chayanta, el Cuzco y La Paz por Tomás Katari, Tupac Amaru y Tupac Katari en 1780 y 1781.
La primera tenía bajo su jurisdicción inconmensurables territorios que se extendían desde la costa del Pacífico y comprendían gran parte de la cuenca del río de La Plata y de Moxos, abarcando el norte argentino y prácticamente todo el desértico chaco boreal. La Universidad, por otra parte (fundada en 1624 por el jesuita Juan Frías de Herrán), se hizo célebre en los dominios de la Real Audiencia de Charcas por su famosa Academia Carolina, en la que los abogados iniciaban el ejercicio pleno del derecho y administraban las Leyes de Indias dictadas por el soberano en la capital del Imperio español.
De ahí que no fue casual que en Chuquisaca y en los claustros de San Francisco Xavier fermentara durante décadas (desde fines del siglo XVIII, cuando se produjeron los levantamientos indígenas liderados por Tomás Katari, Tupac Amaru y Julián Apaza) la idea revolucionaria de la independencia de la corona española. El proceso fue madurando, cocinándose a fuego lento bajo el influjo de los movimientos enciclopedistas que alborotaban y encendían pasiones clandestinas por la libertad y la emancipación del yugo monárquico.
La intelectualidad universitaria, auténtica élite de la ciudad y del Alto Perú, estaba buscando una oportunidad, una coartada para lanzar lo que después se convertiría legítimamente en el primer grito libertario.
Tal fue el fermento, el verdadero caldo de cultivo del levantamiento del 25 de mayo de 1809. Sus efectos iniciales, constreñidos en principio a la sublevada Chuquisaca y a sus oidores, pronto se dejarían sentir, como efecto dominó en otras ciudades del Virreinato, y, por supuesto, de la inconmensurable Audiencia de Charcas.
Razones de índole económica vinculadas al comercio entre las colonias y la Península se entremezclan en toda esta vorágine que precedió a esa improbable tarde de otoño en la que la pasividad de la ciudad y de sus gentes de rancio abolengo cedió la iniciativa a la euforia popular, desencadenada por un arresto ordenado por el presidente de la Audiencia, don Ramón García de León y Pizarro. El monopolio en el intercambio de mercancías entre España y las colonias desalentaba la expansión y venta de los productos, mayormente minerales, con los que alimentaba América a la economía del Imperio. La producción de minerales, basada en un sistema de esclavitud de los indígenas, enriqueció a la corona, pero, del mismo modo, convirtió a Inglaterra en la primera potencia industrial y a su armada en la más temida.
La incierta situación de la Metrópoli, signada por la creación de la llamada Junta de Sevilla por José Bonaparte, dio lugar a lo que Gabriel René Moreno (Santa Cruz 1802-1866) calificó como silogismo altoperuano. El razonamiento parte del hecho de que ante la ausencia del rey —depuesto por Bonaparte— la Junta de Castilla dejaba en manos de los americanos la posibilidad de elegir su futuro, en tanto y cuanto las colonias eran literalmente propiedad sucesoria del monarca. La tesis fue asimilada en otras latitudes del Virreinato y avivó, en Buenos Aires como en Charcas, la idea de la emancipación. Las condiciones estaban dadas.
La argumentación de los “doctores de Charcas”, contenida en el acta del Claustro de la Universidad de San Francisco Xavier y cuya autoría correspondería, por propia confesión, a Jaime Zudáñez (en respuesta a los papeles recibidos de José Manuel de Goyeneche y de la Infanta Carlota Joaquina), sostiene: “El pacto de los pueblos americanos es exclusivamente personal con el Monarca y no a sus reinos metropolitanos. Si el legítimo Rey ha abdicado, aquel pacto ha dejado de existir y, por tanto, el intruso (José Bonaparte) no merece obediencia; sus autoridades deben cesar en sus funciones, y las provincias deben proveer su gobierno”.
La crisis del imperio español, desgastado por permanentes guerras contra los ingleses, debilitó profundamente la tuición que ejercía (casi a control remoto) desde Madrid sobre los vastos territorios conquistados. El mundo estaba cambiando: la revolución industrial en Inglaterra y la resignación de la península a favor de Napoleón, tras la abdicación de Carlos IV y de su hijo Fernando VII, crearon un panorama de confusión en las colonias. España estaba, en aquellos inciertos y claudicantes años, más ocupada en restablecer el orden monárquico arrebatado por los franceses, que en atender y entender los inequívocos síntomas de rebeldía en América, expresados en los levantamientos indígenas, sofocados cruelmente en Chayanta, el Cuzco y La Paz por Tomás Katari, Tupac Amaru y Tupac Katari en 1780 y 1781.
LOS PROTAGONISTAS CENTRALES
JAIME ZUDÁÑEZ,
En 1809 fue arrestado a raíz de la agitación pública causada por el paso por la ciudad del general José Manuel de Goyeneche, doble agente de la Junta de Sevilla y de la princesa Carlota Joaquina de Borbón. El motín inicial del 25 de mayo estalló para liberarlo a él de la cárcel, pero al día siguiente los hechos se hicieron cada vez más violentos, hasta obligar al gobernador Ramón García de León y Pizarro a renunciar. Puede afirmarse que la detención de Jaime Zudáñez fue la chispa de la chispa. Es decir: convocó a la insurrección y ésta al proceso emancipador. El protagonista más destacado nació en La Plata en 1772 y falleció en Montevideo en 1832. Su perfil es la del revolucionario, legislador y magistrado. Se le atribuye a Zudáñez la redacción del llamado “Catecismo Político Cristiano”, un panfleto que señala el rumbo de la emancipación chilena.
JOSÉ BERNARDO, MONTEAGUDO CÁCERES
Uno de los “doctores” de Charcas. Salido de la Universidad de San Francisco Xavier de la Facultad de Leyes. Recibió el título de abogado en 1808. Dicen que Monteagudo era un criollo español al que se lo conocía por el apodo de “El Mulato”. Su radicalismo lo alejó a la retaguardia del movimiento primigenio.
"ya es tiempo, en fin, de levantar el estandarte de la libertad en estas desgraciadas colonias, adquiridas sin el menor título y conservadas con la mayor injusticia y tiranía".
"ya es tiempo, en fin, de levantar el estandarte de la libertad en estas desgraciadas colonias, adquiridas sin el menor título y conservadas con la mayor injusticia y tiranía".
MANUEL ZUDÁÑEZ DE LA TORRE
Otro de los ilustres charquinos que, junto a su hermano Jaime, estuvo en la línea de fuego en el movimiento emancipador, destacándose antes en la publicación de pasquines con ideas libertarias. Miembro activo de las llamadas juntas clandestinas y también uno de los principales opositores al “carlotismo” que se endilgaba a Goyoneche. Fue protagonista del levantamiento del 25 de mayo de 1809. Murió en la cárcel.
Otro de los ilustres charquinos que, junto a su hermano Jaime, estuvo en la línea de fuego en el movimiento emancipador, destacándose antes en la publicación de pasquines con ideas libertarias. Miembro activo de las llamadas juntas clandestinas y también uno de los principales opositores al “carlotismo” que se endilgaba a Goyoneche. Fue protagonista del levantamiento del 25 de mayo de 1809. Murió en la cárcel.
JOSÉ JOAQUÍN DE LEMOINE
Nació en La Plata en 1776 y murió en la misma ciudad en 1856. Tuvo un papel destacado en la revolución del 25 de mayo. Su actuación le ocasionó el destierro a Puno durante la presidencia del Gral. Nieto. Un espíritu inquieto como él, se unió a los ejércitos argentinos y combatió en las batallas de Tucumán, Salta, Sipe Sipe y la guerrilla de Güemes. Retornó a la nueva república. Participo en el movimiento del 25 de mayo. El día del movimiento, Joaquín y su hermano Juan Manuel forzaron sable en mano la resistencia de los frailes del Templo de San Francisco y consiguieron acceder a su campana que tocaron convocando al vecindario a la plaza mayor hasta que se rajó
MARIANO MICHEL MERCADO
En la jornada del 25 de mayo de 1809, Michel fue uno de los principales líderes del movimiento. Para convocar al pueblo se tocó a rebato las campanas de las iglesias principales: Juan Manuel Lemoine forzó sable en mano la resistencia de los frailes del Templo de San Francisco y consiguió acceder a su campana que tocó hasta rajarse, la cual es denominada por esa razón y desde entonces "Campana de la Libertad", Producido el movimiento del 25 de mayo, se enviaron emisarios a distintas ciudades. A La Paz se resolvió enviar a Michel.En La Paz encontró un ambiente favorable al proyecto de independencia y tomó parte activa de la conspiración iniciada. Un mes después de su arribo regresó a Chuquisaca,
JOSÉ MANUEL GOYENECHE
Este militar nacido en Arequipa se hizo famoso porque fue portador de las pretensiones de la Infanta Carlota para detentar el control de las colonias. La Junta de Sevilla lo envió a América para que informe sobre la situación de las autoridades del Virreinato del Río de La Plata. Cuando llegó a La Plata, la Audiencia, la Universidad de San Francisco Xavier y el Cabildo rechazaron las intenciones de la princesa Carlota Joaquina. Goyoneche reprimió a los insurgentes y combatió sin tregua.
TERESA BUSTOS LEMOINE
Heroína de la Independencia boliviana.
A semejanza de Juana Azurduy (que combatió junto a su esposo durante la Guerra de la Independencia), Teresa Bustos es una de las mujeres de la revolución del 25 de mayo y una de las adherentes más entusiastas a la causa junto a José Joaquín de Lemoine. En la jornada del levantamiento estuvo entre las personas que tocó a rebato las campanas en el templo de San Francisco. Condenada a vivir en Laginillos, caminó hasta este lugar a pie y medio desnuda en compañía de sus nueve hijos. Condenada a vivir en Laginillos, caminó hasta este lugar a pie y medio desnuda en compañía de sus nueve hijos. luchó como soldado en el Alto Perú (1809) hasta caer prisionera. Sometida a consejo de Guerra, fue condenada a la pena de muerte, que le fue conmutada, |
FRANCISCO RÍOS (EL QUITACAPAS)
El Quitacapas, nacido en Rio de Janeiro entre 1772/1775, mulato, mujeriego, guitarrista, tahúr y ladrón, en 1809 tras robar una mula en Potosí, llegó a Chuquisaca. El 25 de mayo de 1809 hallábase jugando y bebiendo chicha donde las “coheteras”,cuando las campanas de la ciudad tocaron a rebato, salió de la chichería a ver qué pasaba y rápidamente encabezó a la plebe que apedreaba la casa pretorial del presidente de la Audiencia exigiendo la libertad de Jaime de Zudáñez. A un oficial le arrebató su sable y se apoderó de una capa de grana mientras su dueño apedreaba la casa de Pizarro. El Quitacapas fue uno de los cabecillas del levantamiento. Liberó a los presos y recibió 4.000 pesos del arzobispo Moxó para repartirlos entre los sublevados.
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JUAN ANTONIO ÁLVAREZ DE ARENALES
Nació el 13 de junio de 1770 en Villa de Reinoso, situada entre Santander y Burgos (provincia de Castilla la Vieja)Fallecido en Moraya (Bolivia) el 4 de diciembre de 1831. Apoyó los movimientos independentistas de América Latina, secundó a San Martín en la campaña del Perú y ejerció como gobernador de Salta. .
Fue el héroe militar del levantamiento del 25 de mayo de 1809. Forjador de la independencia de Charcas con el II Ejército Argentino y la guerra de las republiquetas. Brigadier Gral. del Ejército Argentino, Mariscal de los Ejércitos de Chile y Perú por su gloriosa participación en Ejército de los Andes y en el Ejército Unido”. Su acción más relevante fue la proclamar el derecho del Alto Perú a “decidir libremente su destino”.
Fue el héroe militar del levantamiento del 25 de mayo de 1809. Forjador de la independencia de Charcas con el II Ejército Argentino y la guerra de las republiquetas. Brigadier Gral. del Ejército Argentino, Mariscal de los Ejércitos de Chile y Perú por su gloriosa participación en Ejército de los Andes y en el Ejército Unido”. Su acción más relevante fue la proclamar el derecho del Alto Perú a “decidir libremente su destino”.
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