miércoles, 31 de octubre de 2018

SUCESOS HISTÓRICOS IMPERDONABLES

Gastón Cornejo Bascopé
 Octubre 2018

n mi libro Epitafios demostré la ofensa histórica que la municipalidad de Cochabamba ejerce al haber adoptado como escudo departamental la imagen musulmana del blasón familiar del virrey Toledo, el genocida de los originarios en la Mita colonial y además, colocado en insólito homenaje, a los pies de la Columna de los Héroes donde justamente fueron inmolados Eras y Gandarillas, Antezana, Luján, Ferrufino, las víctimas de la Independencia patria.
 Otra ofensa histórica sucede ahora cuando el gobierno ordena la impresión de billetes oficiales con el rostro de Pablo Zárate Villka y sus asesinos originarios. Una ofensa terrible contra la culta Charcas, la intelectualidad de Sucre, la blanca ciudad y su inmaculada historia se renueva por ignorancia.
 En 24 de febrero de 1899, sucedieron las horribles matanzas de Cosmini y Ayo Ayo. El Heraldo de Cochabamba registra más de 78 jóvenes de Sucre exterminados.

 Al llegar a Cosmini el enfrentamiento entre los republicanos y federalistas fue desigual, uniformados de Pando sorprendieron con armamento adquirido en el Perú desde zanjas estratégicas a los republicanos, más luego, sucedieron los hechos incalificables. Miles de aymaras comprometidos con la revolución de Pando, senador por Chuquisaca, que falsamente enarboló el federalismo, persiguieron, cercaron y asesinaron a los heridos.

 Fueron masacrados estudiantes y docentes universitarios de las Facultades de medicina y derecho, miembros del Instituto Médico de Chuquisaca que formaron los escuadrones “Sucre” y “Monteagudo” perseguidos por las huestes de Zárate Villka. A bala y piedra los derribaron rematándolos a palos. En su retirada hasta Ayo Ayo, Sica Sica y Panduro fueron masacrados por una fuerza de montoneros que asesinaron al grito de ¡Viva Tata Pando! ¡Viva la Federalización!

 Los heridos, refugiados en el templo de Ayo Ayo fueron quemados, arrancados de la iglesia, mutilados en vida, despedazados, degollados, exterminados en su totalidad. Los asesinos embriagados de alcohol bebieron la sangre a borbotones y comieron el corazón y los miembros palpitantes de las víctimas; seis cochabambinos entre ellos.
 Cuando se conoce detalles del genocidio, un estupor profundo, un asco universal trasciende la existencia. Surge inmediato el grito de horror, el desprecio cargado de reproche por quienes ahora reabren heridas que estaban restañadas. La maldición de entonces se renueva sobre los autores de antaño y los de ogaño.
 La imagen de los asesinos adornará los nuevos billetes bolivianos. 



ARTÍCULO DE “EL HERALDO” Cochabamba 25 de enero de 1889.
LISTA DE MUERTOS EN COSMINI AYO AYO
1. José L. Raña, abogado, empleado de la Compañía Unificada, liberal.
2. Rogelio Arce, estudiante del 5º año de Derecho, sobresaliente en su curso.
3. Julio R Pinto, 5º año Derecho, el joven más inteligente de su curso.
4. Jacobo Gallo, 5º de derecho sobresaliente.
5. Alfredo Jáuregui, literato, estudiante del 4º año de derecho.
6. Antonio Bonifaz, abogado.
7. Enrique Calvo del 8º año de Derecho.
8. Raúl Groc, del 3º año de Derecho.
9. José Marìa Calvimontes, del 3º año de derecho.
10. Enrique Rojas, 2º año de derecho.
11. Zacarías Urizar, 1º año de Derecho.
12. Leoncio Julio Navas, 1º año de Derecho.
13. Estanislao Betancur, 1º año de Derecho. VICTOR BETANCUR
14. José Eduardo Pérez, del 5º año de Medicina. Inteligentísimo.
15. Luis Dávila del 1 año de Derecho, farmaceútico del hospital de Santa Bárbara.
16. Felipe Mendivil, del 3º año de Medicina.
17. Calixto Risco, del 2º año de Medicina.
18. Carlos Barrera, bachiller, empleado de la casa Urioste.
19. Abel Benavides bachiller en letras. Sobresaliente en letras.
20. Arturo Arce. Bachiller en letras.
21. Ismael Roncal. Bachiller en letras.
22. Félix Villarrubia, estudiante de colegio.
23. Darío Cardozo, estudiante de colegio. DARIO CARRAZCO
24. Pastor Castro, estudiante de colegio. CANSINO
25. Julio Ovando, estudiante de colegio
26. Desiderio Lora, estudiante de colegio.
27. Felipe Iturrichia. Contador.
28. Eulogio Selvas. Telegrafista.
29. Martín Ipiña, estudiante.
30. Eladio Fiengo.
31. Eulogio Mendoza.
32. Manuel Galdo.
33. Ceferino Valda,
34. Fortunato Sánchez.
35. Adrián Pacheco.
36. Hermógenes Céspedes. CBBA
37. Benjamín Moldes. CBBA
38. Eloy Céspedes. CBBA
39. Ascencio Balderrama. CBBA
40. Tomás P. Tapia.
41. Gavino Hidalgo.
42. Fabio Espada.
43. Erasmo Flores.
44. Marcelino Ayala.
45. N. Barzola Herrero.
EXTRAVIADOS QUE SEGÚN VERSIONES SERIAS HAN SIDO VICTIMADOS POR LOS INDIOS JUNTAMENTE CON LOS HERIDOS.
46. Rdo. Juan Fernández de Córdoba. Presbítero franciscano Capellán del escuadrón “Sucre”, Diputado por Chuquisaca y Rector del Colegio Seminario.
47. Claudio Llanos Franciscano.
48. Coronel José R. Ávila.
49. Leonidas Dorado, abogado, miembro del Directorio Liberal.
50. Belisario Loza, estudiante 5º año derecho quedó por no separarse de su hermanito.
51. Gregorio G Toro, estudiante de colegio.

HERIDOS QUE QUEDARON EN EL TEMPLO DE AYOAYO.
52. Melitón Sanjinés 3º Jefe del escuadrón “Sucre”.
53. Andrés Loza, licenciado en derecho.
54. Germán Vega, estudiante de 5º año de derecho.
55. Eladio Sucre, estudiante del Colegio Militar.
56. Jorge Campero, dentista.
57. Mariano Matienzo tipógrafo.
58. Gerardo Calvo empleado de Colquechaca.
59. Raymundo Vargas.
60. Félix Morales.
61. Prudencio Gómez, abogado hijo del actual ministro de Guerra.
62. Napoleón Camacho, bachiller de Letras. .
63. N. Zuna. Empleado de Correos. LLEGÓ SOBREVIVIENTE A ORURO
64. Jesús Martínez tipógrafo. LLEGÓ SOBREVIVIENTE A ORURO
65. Manuel Vasquez
66. Miguel Gonzales
67. Fabio Espada
68. n Carretero
69. Carlos Barrios
70. n. Ochoa
71. n. Moscoso
72. José Peres
73. n. Montero
74. n. Loayza
75. Isaac Caso
76. Eulogio Silva
77. Gabino Iraola
78. n. Ayala
79. n. Silva
80. Adolfo Siles CBBA
81. Nicanor Vargas. CBBA
82. N. Barrero
TOTAL 78 ASESINADOS. Llegaron 6 a Oruro
Seis soldados cochabambinos aparecen en la lista masacrados y salvajemente comidos sus despojos humanos: Hermógenes Céspedes, Benjamín Moldes, Adolfo Siles, Ascencio Balderrama, Nicanor Vargas, Eloy Céspedes.

Artículo descriptivo de El Heraldo recibido de La Capital Sucre.

“Ahí está el cuadro más horroroso que el Universo haya contemplado. Heridos arrancados del sagrado templo y mutilados en vida; hombres despedazados y quemados; y alrededor de estos despojos una turba de caníbales con las fauces llenas y la bocas tintas de sangre humana. Ahí está la profunda sima, la infranqueable barrera de sangre entre La Paz y el resto de La República. ¿Qué es esto Dios santo? ¿Es la realidad la que `palpamos o somos víctimas de un horrible ensueño? Madres, hijas, esposas y prometidas: confundid vuestras lágrimas con vuestras maldiciones. La hidra de la revolución acaba de inscribir los nombres de los vuestros en el escalafón de los mártires por la Patria. ¡Bolivianos todos: una lágrima para ellos y un brazo armado para castigar el gran crimen!
Los indios y las mujeres dejaban caer de los techos grandes pedrones. Uno de ellos tocó al soldado Eulogio Selvas que cayó del caballo, recibió otra pedrada que lo dejó exánime, cayendo en seguida sobre él una lluvia de palos hasta ultimarlo. Son alcanzados por las turbas de caribes que sacian su sed con la sangre de las víctimas y su hambre con los miembros humanos todavía palpitantes. De la pálida frente de un moribundo mana un torrente de sangre. ¡Qué horrible cuadro! ¡Qué ejemplo tiene en la historia esta matanza salvaje! El tempo ha sido quemado y degollados los heridos, todos los que en él se hallaban. ¿Ha saciado La Paz su sed de sangre? Se ha cumplido la idea federal de arrancar de los bancos del parlamento para bautizarla con torrentes de sangre? Entre La Paz y el mediodía de Bolivia hay un río de sangre que ni ella lo pasará ni nosotros lo franquearemos.
Los asesinatos de Cosmini y las degollinas de Ayo Ayo son la eterna excomunión de ese pueblo. ¡Desde el 24 de enero de 1899, ni La Paz es Bolivia, ni Bolivia es La Paz!”.

“Lugentes Campi” – “Alegoríá de Ayo Ayo”

Lugentes Campi es el título de un escrito sobre los sucesos de Ayo Ayo del eminente orador Mariano Baptista. En una hermosa alegoría el conocido pintor José García Mesa, trasladó al lienzo con una habilidad digna de él, el campo de dolor descrito en el artículo mencionado. Bolivia, representada por una mujer, tiene retratada en su semblante, la más viva desesperación y entre sus manos está arriada la tricolor; a lo lejos se distingue el incendio de templo de Ayo Ayo y a cierta altura se divisan las siluetas de Córdova, Sanjinés, los hermanos Loza y demás mártires con un parecido formidable”.
Las innecesarias crueldades de los soldados unitarios también provocaron en respuesta una terrible masacre en la iglesia de Ayo Ayo, donde el escuadrón constitucional Sucre fue muerto en manos de los indígenas. La muerte de lo más selecto de la juventud sucrense en Ayo Ayo fue un golpe difícil de olvidar para los chuquisaqueños. Indignado por estos acontecimientos Mariano Baptista escribió uno de los artículos más racistas contra la población aimara titulado “Lugentes Campi”, campos del dolor.

LA MASACRE

Después de la batalla del primer crucero del 24 de enero de 1899, las derrotadas fuerzas alonsistas se retiraron a descasar y curar sus heridas en el pueblo de Ayo Ayo. La selecta juventud chuquisaqueña no sabían el final trágico que les esperaba en ese sitio.
El doctor Antonio Dubravcic Luksic en su artículo “LA GUERRA FEDERAL” – MASACRE DE COSMINI Y AYO AYO- publicado en http://www.revistamedica.8m.net (Federal) escribe de la siguiente manera:

“…Los heridos en el combate de Cosmini se quedaron en Ayo Ayo. Al atardecer, más de un centenar de comunaríos rodearon el pueblo, tomaron la plaza principal y el hostigamiento a los heridos que se encontraron refugiados en el templo.
Ayo Ayo, en una aparente tranquilidad, se notaba que algo terrible fuera a ocurrir, se dice que un manto plomizo cubría el cielo, se escuchaba el ulular de los chiflones del viento, haciendo mover los pajonales del altiplano.
El Templo de Ayo Ayo, servía de asilo y hospital a los heridos, donde los curas franciscanos, trataban de mitigar el dolor de los heridos, lavándoles con trapos empapados de agua, afuera, los vecinos se preparan asegurando sus puertas, para no ser agredidos.
Don Camilo Blacut, chuquisaqueño, pero vecino de esa localidad, decide protegerse en el Templo, junto a sus dos pequeños hijos, mientras en las cercanías del lugar, expectantes, agazapadas, las hordas de Zárate Willca, esperan la orden de ataque.

De pronto, rompiendo el silencio pesado, se escucha gritos salvajes, confundidos con el sonido de miles de pututus, los brutos saltan de sus posiciones, rostros cobrizos atizados por el sol, cubiertos con “wayrurus” y sombreros rústicos, invaden las calles de Ayo Ayo, atacan las casas, arrojando antorchas a los tejados de paja, los vecinos, aterrados les abren las puertas para ofrecerles alcohol, con la creencia de no ser dañados.
La indiada, ingresa a las casas atropellando, se apodera de las botellas, para luego beber como si fuera agua, se embriagan más de lo que estaban, en ese estado, se acercan al Templo Sagrado, gritos y saltos demoníacos se nota en estas hordas, al estilo de los “Hunos” de Atila, comienzan a destrozar la puerta, adentro, el padre Jesuita Juan F.de Córdova, capellán de la tropa, reza el “Padre Nuestro”, los soldados ven azorados a la indiada beligerante. Una vez abiertas las puertas del Templo, se abalanzan sobre don Camilo y sus dos hijos, son arrastrados al centro de la plaza, allí, sobre una roca, lo tienden como para hacer un sacrificio humano, le arrancan la lengua, le vacían los ojos, le cae golpes de “makanas”, don Camilo, muere horrendamente en medio de un charco de sangre, y ante los gritos desesperados de sus pequeños.

No satisfechos con este horrendo acto, se dirigen al Templo en busca de más víctimas, el padre Fernández de Córdova, sale al atrio portando en las manos un crucifico, lleno de terror y mostrándoles la cruz, exclama: “Háganlo por él, no nos maten, todos somos hermanos”. ¡Dios los castigará! Todo fue en vano.
El padre Fernández de Córdova, es levantado, luego conducido al centro de la plaza, con golpes de hacha le cercenan los pies, con un tajo de cuchillo le abren su pecho, para arrancarle el corazón, que palpitante aun, desaparece entre los dientes de un caníbal del altiplano.
Los curas franciscanos, son apresados mientras rezaban en el altar, los malditos se abalanzan sobre ellos, y de inmediato les cae golpes de hachas.
Finalmente son degollados, sus cabezas, son arrojadas de un lado a otro, haciendo un juego macabro, con gritos salvajes de los beodos.

El Coronel José de Ávila, se esconde en el sepulcro destinado a la imagen de Cristo, los malditos no respetan el lugar, le sacan, de inmediato recibe puñaladas, dándose fin a su vida, en medio de la algarabía, de estos “Atilas” del altiplano.
Melitón Sanjinez, herido en una pierna, recibe en pleno rostro el impacto de la punta de una picota, crujen sus huesos de su cara, muere instantáneamente, el pico, quedó clavado en su rostro.

Félix Morales está siendo mutilado, desaparecen sus pies y manos, luego lo rematan degollándolo.
Víctor Betancour, Ismael Roncal, Eladio Fiengo y Eulogio Selvas, son colgados desnudos boca abajo en las vigas, con cortes de cuchillo son vaciados sus intestinos, quedan como animales faenados.
A Ricardo Alba, Belisario Lora, Miguel González, Jorge Campero, y Mariano Matienzo, ya muertos, con los brazos colgantes, están siendo arrastrados, atados sus pies con cables de telégrafo a los caballos, para luego ser arrojados a las hogueras.

A Calixto Risco, lo están degollando, luego su cabeza es mostrada, por un janigua embrutecido.
Abel Benavides, trata de huir, un certero hachazo en la nuca lo deja en seco. A Pastor Castro, Zacarías Urizar, Claudio Sucre y Adrián Pacheco, “les están arrancado sus lenguas”, los borbotones de sangre no los deja respirar, con picos y hachas dan fin a sus vidas, para luego ser clavados en los muros.
Dos muchachos esperan su turno con terror, bien abrazados en un rincón, a Andrés Loza, en poco tiempo lo rematan a machetazos. Su hermanito Belisario, de 12 años, que se quedó a cuidarlo… ¿y de ese niño?… en breves minutos, ¡sólo quedan sus huesos!... ¿Y la carne?... ¡¡Horror!!.

¡¡Lugentes Campi!! ¡¡Campos de dolor!!

La iglesia con las puertas abiertas de par en par, se inunda con la sangre de estos infortunados. El altar se convirtió en piedra de suplicio, ya muertos los victimados, siguen recibiendo golpes, que se sienten sordamente en el ambiente
Todo ha terminado; ahora, solo se siente el hedor de los alientos, el hacinamiento de la indiada, los caníbales del altiplano, brindan con alcohol su macabra tarea, se escucha sonidos guturales, de sus belfos babosos.
Los lobos humanos abandonan el templo, el silencio invade el lugar, sólo se escucha el gemido del viento, como si fuera un llanto aterrador, las vigas de madera, crujen con el peso de los cuerpos colgados, que se balancean en un vaivén, lento y macabro.

Brazos, piernas, cabezas, cuerpos descuartizados, revolcados en charcos de sangre, esparcidos por todo el atrio, que hace días, servía para elevar una oración, ahora, se convirtió en un matadero baldío, lúgubre, tétrico y espeluznante, un escenario dantesco, sembrado de cadáveres mutilados, junto a imágenes religiosas, manchadas de sangre, mudos testigos del dolor y el horror…”


COMENTARIO. 
Este relato macabro lo enviaré al Concurso de Literatura  Fantástica convocado por una entidad literaria argentina. Seguramente ganaré el Primer Premio.
Solamente anotaré al término del escrito:
No es un relato imaginado sino un evento real, un feroz atentado contra la vida y la dignidad de los ciudadanos de Bolivia efectuado por asesinos sin nombre, apañados por la política criminal de ese tiempo y realzado con odio y perversidad en este tiempo.